Tuxpan, Veracruz | La majestuosidad del Puente Tuxpan, una estructura que se alza como un faro de esperanza en medio de las aguas del río que le dio su nombre, se tiñó de emergencia anoche, y tres almas quedaron al borde del abismo. La crónica de este incidente de tránsito no se reduce a la mera colisión de metal y caucho; es un recordatorio brutal de lo efímero de la vida y la fragilidad de nuestras existencias.
A las 19:45 horas, una llamada desesperada cortó la tranquilidad de este rincón veracruzano. Un posible hecho de tránsito había sido reportado en el majestuoso Puente Tuxpan, una estructura que conecta las esperanzas de los viajeros sobre las aguas inquietas del Río Tuxpan. Los hombres y mujeres de la Guardia Nacional División Caminos se pusieron en marcha, respondiendo al llamado del accidente que se cernía en la penumbra del puente.
El reloj avanzó y, a las 20:30 horas, llegaron al lugar del siniestro. Lo que encontraron fue un cuadro de caos y desesperación. Tres vehículos se entrelazaban como piezas de un rompecabezas deformado, cada uno contando su propia historia de terror.
El primero, un Nissan Tida del 2008, de placas MCV134A, propiedad de Yesmani Contreras Méndez y conducido por Cristian de Jesús Reyes Jiménez.
El segundo, un Nissan March Sense, modelo 2023, cuyo número de placas se perdió en el caos. Isla Del Carmen Juárez González ostentaba su título de propiedad, mientras que Francisco José García Gutiérrez se aferraba al volante con una licencia Tipo A.
El tercero, un Nissan Versa del 2017, también sin placas visibles, se reveló como propiedad de Elena Francisco Francisco, bajo el mando de Jose Luis Del Ángel Francisco, quien portaba una licencia Tipo A.
Los informes indican que el choque, más que un accidente, fue un resultado inevitable. La causa determinante: no guardar la distancia de seguridad. Tres vidas, tres historias, tres destinos chocaron en un segundo fatídico debido a esta negligencia.
En medio de la tragedia, el saldo no pudo ser peor. Por fortuna, no hubo muertes que lamentar. Sin embargo, tres almas se debaten entre el dolor y la incertidumbre, con lesiones que, aunque no se consideran de gravedad, les han arrebatado la paz en una noche que jamás olvidarán.
El Puente Tuxpan, testigo silencioso de innumerables historias, quedó indemne. No hubo daños a la estructura que conecta tierras y sueños, pero el espíritu de quienes pasaron por esta experiencia quedará marcado de por vida.
Las autoridades, en sus uniformes de Guardia Nacional, tomaron medidas para abanderar el lugar del suceso, una danza de luces intermitentes en medio de la oscuridad. El expediente de esta tragedia se completa con imágenes capturadas en la escena, imágenes que atestiguan la fragilidad de nuestras vidas en este puente que se erige como un faro de advertencia.
La investigación continúa para determinar responsabilidades y posibles sanciones. Mientras tanto, el Puente Tuxpan, una vez más, cobra su tributo de caos y dolor, recordándonos que, en este camino suspendido sobre las aguas turbulentas, el abismo siempre está al acecho.